miércoles, 26 de junio de 2013

!Un gran desafío, enseñar a vivir!

Alfabetización emocional: la deuda de enseñar a vivir con los demás
Escrito por: Alejandro Castro Santander. Universidad Católica Argentina
“El fenómeno de la violencia es multicausal, motivo por el cual la escuela sola no puede hacerse cargo de la doble tarea preventivo-formativa. Las intervenciones a nivel individual no serán efectivas si no se toman en cuenta todos los escenarios en que nuestros hijos y alumnos “aprenden la violencia”. Es por ello que se debe promover el desarrollo social de niños y grupos de alto riesgo, así como la prevención de la violencia doméstica, desarrollando aquellas habilidades que les permitan “querer y saber cómo vivir juntos”.”
Introducción
 “Ando buscando un pedazo de suelo con hierba donde poner los pies y tener mi sueño. Pero todo arde en cualquier parte del mundo y hay que seguir andando” (Gabriela Mistral).
 Saber vivir con los demás
El niño y el adolescente entran a la escuela con su sociabilidad, rivalidades y modos de resolver las dificultades ya aprendidos en la familia, el barrio. La escuela, al hablar de prevenir las conductas violentas, parece muchas veces hacer mención a la única estrategia de intentar controlarla. Pero, ¿debe la escuela resignarse solamente a “atajarla” para poder desarrollar su propuesta educativa, o acepta el desafío de ofrecer una propuesta formativa superadora?
Hoy sabemos que la conducta interpersonal se desarrolla y se aprende y que mientras más temprano se inicien los procesos de enseñanza-aprendizaje de las habilidades sociales, mejores serán los resultados. Los distintos estudios nos muestran también como las limitaciones en el desarrollo emocional social genera diversos riesgos, entre los que se encuentran la desadaptación, el abandono escolar, el bajo rendimiento, las conductas violentas y otras dificultades escolares.
Desde el momento en que hablamos de una función social de la escuela que responda a la nueva realidad de nuestras comunidades, estas deberían estar preparadas también para desarrollar las habilidades sociales en los alumnos como una estrategia para prevenir el aprendizaje de futuras conductas violentas y su desaprendizaje en el caso de ya presentarlas. Pero la realidad parece demostrarnos que en la escuela no hay lugar para trabajar la Competencia Social, ya que es evidente que no se la pensó inicialmente como una competencia prioritaria a desarrollar y por lo tanto, es lógico que no exista un espacio y un tiempo concreto para ella.
El fenómeno de la violencia es multicausal y por este motivo, junto con este llamado, insistimos en que la escuela no puede sola hacerse cargo de la doble tarea preventivo-formativa. Las intervenciones a nivel individual no serán efectivas si no se toman en cuenta todos los escenarios en que nuestros hijos y alumnos “aprenden la violencia”. Es por ello que se debe promover el desarrollo social de niños y grupos de alto riesgo, así como la prevención de la violencia doméstica, desarrollando aquellas habilidades que les permitan “querer y saber cómo vivir juntos”.
 Nuevo alumno, nueva escuela
Frente a la nueva lectura que hacemos de la sociedad, todos deseamos que se produzca un cambio en las actitudes humanas que sirva para configurar una mejor civilización. El sistema educativo tiene la potencialidad de modificar los valores culturales que promueven la utilización de la violencia, pero continuamos haciendo las mismas cosas y seguimos esperando irresponsablemente ese cambio.
No enfrentar hoy esta realidad como un reto educativo impostergable, puede significar que muchos de los próximos ciudadanos sean caracterizados como incompetentes o analfabetos emocionales y sociales.
El perfil del nuevo ciudadano del siglo XXI debe ser el de una persona con capacidad para adaptarse a grandes cambios, autónomo pero no individualista, con espíritu cooperativo, defensor de una pluralidad de valores y de opciones morales. Con un pensamiento abierto que le permita comprender la complejidad del mundo y habilidades para entender, aceptar y vivir con sí mismo y con los demás. Sólo formando ciudadanos de este tipo, podremos construir una sociedad plural y democrática en la que sea posible vivir en paz, en libertad y en la que el respeto a todos sea la nota dominante.
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