martes, 27 de agosto de 2013

Cada día construimos quienes somos


"Al tomar conciencia de que nos vamos creando según los mensajes que nos vamos formulando, de algún modo podemos transformarlos", señala nuestra columnista Rosario Covarrubias.
Cada vez es más común escuchar personas que te dicen: “piensa positivo”, o tienes que decirte “mensajes que te den ánimo” porque uno atrae las cosas buenas o malas, según la energía que ponga en ellas.
Me parece interesante analizar estas frases desde la perspectiva constructivista que hay detrás, más allá de la energía que pueda haber en ellas.
A lo largo de la vida  vamos construyendo nuestra propia  forma de ser, a través de los adjetivos   con los que continuamente nos pensamos a nosotros mismos. “Soy mal genio”, “soy simpático(a)”, “soy poco tolerante”, “no tengo paciencia”, “soy muy ordenado(a)”, “soy impulsivo(a), “soy sociable” “soy…”
Todas estas descripciones son construcciones que hacemos de nosotros mismos y también de la gente que nos rodea.
Si yo pienso, por ejemplo, que soy una persona insegura, en el transcurso del día iré registrando aquella información que es congruente con mi afirmación. Si por el contrario, me veo como una persona valiente que enfrenta con confianza los desafíos que se le van presentando, estaré atenta a la información que me refuerza esta apreciación de mí misma.
Al tomar conciencia de que nos vamos creando según los mensajes que nos vamos formulando, de algún modo podemos transformarlos. Ello, si nos damos cuenta de que la forma como nos calificamos a nosotros mismos, encasillándonos en adjetivos que nos limitan, podemos cambiarla. Una manera de comenzar es dejar de lado ese concepto y buscar mirarnos desde la “vereda opuesta”.
Por ejemplo, si me he autocalificado como impaciente y es una característica que quiero cambiar, más que seguir diciendo “soy impaciente”, puedo probar decirme “me estoy transformando en alguien paciente” y, en paralelo, buscar prestar atención a todas aquellas señales que confirmen esta nueva mirada.
Se ha masificado la concepción de la importancia que tiene la infancia, especialmente las primeras relaciones del niño en el desarrollo de la personalidad del adulto, lo que sin duda es cierto. Sin embargo, no quiere decir que seamos esclavos de nuestro pasado. El tomar conciencia de cómo nos vemos hoy y los mensajes que en el presente nos entregamos, son claves  para generar los cambios que queramos lograr en nosotros mismos.
La personalidad la podemos entender como una forma de ser y de enfrentar diferentes situaciones que se mantiene a lo largo del tiempo.
Se ha concluido que ésta es el resultado de dos elementos: por una parte el temperamento, que es la  disposición genética de los aspectos de la personalidad; y el carácter, que son aquellos aspectos de la personalidad dados a partir de la estimulación ambiental.
Ahora, si bien las bases de la personalidad se forman en la infancia y no es fácil transformarla, las experiencias que tenemos cuando somos adultos y las decisiones con sus correspondientes consecuencias, van también dejando una huella en nuestra forma de ser.

 Al mismo tiempo comprender la direccionalidad de nuestros pensamientos y  la influencia de las acciones presentes es un camino que nos ayuda a liberarnos y, poco a poco, ir construyendo la persona que queremos ser.
Por Rosario Covarrubias M. Covarrubias.ro@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario