jueves, 12 de septiembre de 2013

El caso chileno, visto por expertos internacionales a partir del quiebre del 73

Han seguido con lupa el proceso político de este país, escrito extensos artículos abordando el quiebre de la democracia, y hoy analizan para "La Segunda" la evolución que ha tenido Chile, a 40 años de la caída del gobierno de Salvador Allende.
El abogado Lord Daniel Brennan, presidente del prestigioso centro de estudios británico Canning House; el ex asesor del Senado de EE.UU. Mark Falcoff y el periodista y profesor de la Universidad de Columbia John Dinges se refieren al legado del régimen militar, las razones de la pérdida de la democracia y el fracaso de Allende y Pinochet. ¿La lección? "Hay que recordar el pasado, pero no revivirlo".

 

Lord Brennan: "Chile es un país maduro, que avanza y no está enterrado en el pasado"

"Chile tiene fama mundial por su evolución económica, su balance político y, encima de todo, por evitar más tensión que la generada durante el régimen de Pinochet. Eso ha sido la historia moderna de un país equilibrado y con sentido común".
Ese es el balance que desde Reino Unido entrega Lord Daniel Brennan, el presidente de Canning House, el centro latinoamericano en Londres. Ha visitado en diversas ocasiones nuestro país y confiesa que Chile es uno de sus favoritos" de América Latina.
A 40 años del quiebre democrático, este experimentado abogado sostiene que Chile ha evolucionado de una manera profunda en muchos caminos. "La evolución económica ha sido muy impresionante. Claro que Chile tiene sus recursos naturales como el cobre, pero ha sabido utilizar los beneficios de sus recursos en un fondo nacional. Eso ha sido un ejemplo para todo el mundo. No utiliza sus recursos naturales en el momento, sino que los conserva para el bien del país en el futuro. Eso es, para mí, un punto básico e importantísimo.
Además, ocupa un puesto muy importante en la región: Es un país estable, razonable, y siempre busca soluciones basadas en la amistad y los intereses comunes de las diferentes naciones. Eso es un país maduro que, por otra parte, usa la imaginación. Un ejemplo es haber privatizado las pensiones con tanto éxito. Eso ha sido un modelo para el resto del mundo. En el mundo desarrollado, Chile ha sido un ejemplo".
-¿En qué sentido Chile ha aprendido la lección? ¿O qué ha dejado de aprender?
-Siempre en la vida hay que aprender, cada día es diferente. Adaptando las palabras de Churchill, mirando al pasado se puede ver mucho mejor el futuro.
-¿Qué impresión tiene de los chilenos?
-En Chile hay una rama de izquierda y una de derecha. Eso es normal. No es una nación dividida, es una nación con diferentes ideas. No veo a Chile como un país dividido. Es un país unido en las causas del pueblo chileno. Eso es importante. Después de tanto dolor y tanto sufrimiento del pasado, es un deber de cada ciudadano chileno trabajar por sus conciudadanos. Ese es el deber nacional.
-¿El general Pinochet dejó algún legado?
-Hay que entender que en aquella época, los años 60, 70, 80, hubo un cambio muy grande en todo el mundo. En el 68, en Europa, los estudiantes buscaban otro mundo, algo diferente. En América Latina la sociedad también optó por seguir el camino de la izquierda o de derecha. Lo malo en Chile ha sido, como en Argentina, que el país cambió el camino de izquierda a derecha por un mecanismo militar. Esa época en Chile pavimentó caminos muy malos y otros bastantes buenos.
-¿Cómo cuáles?
-Económicamente. Pero eso no ha sido el producto del general Pinochet, sino de la gente chilena que ha tenido inteligencia, que ha pensado en el bien del país, para el futuro.
Sigue: "¿Recordamos el pasado?: Sí. ¿Pero buscando en el pasado como un capítulo abierto para toda la vida?: No. Hay que cerrar el capítulo recordando el contenido, pero no reviviéndolo. No se puede hacer eso. Como el izquierdista de Allende o el derechista de Pinochet, cada uno pensó que era el camino a la tierra prometida, pero no es así. No se ve la tierra prometida en un extremo. Hay que seguir el camino del centro, porque en el centro hay unidad.
-¿Usted cree que este tema todavía divida a los chilenos?
-Yo creo que es una nueva hoja. Una hoja en blanco. Chile fue el primer país en América Latina que tuvo como Presidenta a una mujer. En 2010 fue el primero en Latinoamérica que ingresó en la OCDE. Lo mismo ocurrió con su ingreso a la Alianza del Pacífico, compartiendo membresía con países grandes, como México, Colombia y Perú. Todo eso es una señal de un Chile del futuro. Un Chile que avanza, que no está enterrado en el pasado. Está viviendo en el siglo XXI.
-¿Así como la alternancia en el poder?
-Eso es normal, y sí es bueno. Para mí, eso es un ejemplo de un país democrático, que está funcionando bien.
-¿Qué hechos claves del régimen militar quedarán en la historia mundial?
-Difícil. En la historia mundial las épocas militares no tienen fama. Pero no se puede pasar siempre buscando una solución moral para esta época, que para mí ha sido muy mala. Hay que recordar lecciones del pasado. Experiencias de lo que podemos aprender; eso es importante. Chile puede hacer lo mismo que España con Franco: recordar el pasado, pero no vivir en el pasado.

Mark Falcoff: "Sin la elección de Allende, nadie hubiese oído hablar de Pinochet"

 

"La historia no es solamente una recolección de hechos pasados, sino el sentido que nosotros le damos. La Revolución Francesa ocurrió hace más de dos siglos, y, sin embargo, todavía no hay consenso académico sobre sus causas, el papel de sus principales actores, y mucho menos sus costos y consecuencias. Debemos por lo tanto, no sorprendernos de que el golpe militar que tuvo lugar hace apenas cuarenta años, esta semana en Chile aún provoque controversia. El único punto en el que la mayoría de la gente puede estar de acuerdo es en que el derrocamiento del gobierno de Allende el 11 de septiembre 1973 puso fin a la democracia que se había practicado en Chile desde hace más de cien años, y marcó el comienzo de casi dos décadas de gobierno autoritario. Cómo y por qué sucedió esto sigue dividiendo a la opinión en Chile y en otros lugares, y es probable que continúe haciéndolo.

Teniendo en cuenta lo traumático que fueron estos años para la mayoría de los chilenos, lo que parece más sorprendente, al menos para muchos observadores extranjeros, es el grado en que el país ha hecho una transición razonablemente cómoda a la normalidad democrática. Ni siquiera las provocaciones ocasionales, como el asesinato del senador Jaime Guzmán, lograron sacudir a las élites políticas del redescubrimiento de la importancia de las instituciones para superar las diferencias. El cambio suave y relativamente sin esfuerzo de la Constitución autoritaria de 1980 ha sido una grata sorpresa. Sin embargo, otra es la capacidad de las dos coaliciones importantes, una conservadora-liberal, la otra demócrata cristiano-socialista, para alternarse en el poder, seguido de una conservadora. Esto no hace de Chile un país del "primer mundo", la sociedad aún no está suficientemente integrada socialmente para que sea una sola, pero sugiere una madurez institucional más grande que nunca antes.
La historia no siempre se mueve en una línea recta. El golpe de Estado, que se suponía que rescataría a Chile de una amenaza comunista, resultó una violación masiva de los derechos humanos, y privó a los militares y a sus partidarios civiles de la justificación moral de otros países occidentales cuyo apoyo incansablemente buscaron. Mientras tanto, la experiencia del exilio produce una clase política mucho menos provincial, y también (gracias a las oportunidades para estudiar en universidades extranjeras) más capacitada para gobernar. La indiscriminada persecución del general Pinochet a los opositores durante la dictadura, sin querer creó un sentido de convivencia entre los políticos que estaban en dagas la noche del golpe, e hizo posible el triunfo del "No" en el plebiscito de 1988.
Por supuesto, mucho de lo que ha sucedido en Chile también se debe a un cambio en el entorno internacional. Las innovaciones en la tecnología, comunicaciones, las finanzas y el comercio han hecho al país menos aislado (y mucho menos pobre) de lo que una vez fue. La diferencia más importante, sin embargo, es el fin de la Guerra Fría, en la que Chile fue durante un tiempo el teatro principal de conflicto. Este último punto difícilmente puede ser exagerado. Si no se tuviese el contexto geopolítico muy en cuenta, no se podrían explicar los acontecimientos en Chile entre 1970-1973, pero que se remontan hasta los años 40. Hoy el país es más independiente que nunca.
¿Qué hay de Pinochet mismo? Uno tiene que buscar mucho en el mundo de hoy en día para encontrar a alguien que tenga algo bueno que decir sobre él. Esto no es sorprendente; ningún dictador del siglo XX ha ganado resplandor con el paso del tiempo. No hay ningún registro de crecimiento económico y de reforma (o, como en Cuba, de servicios de educación y salud) que pueda anular las prácticas sistemáticas de tortura, desapariciones y asesinatos selectivos de personas de la oposición (no todos, por cierto, en la izquierda). Incluso la prudente decisión del general de dimitir después del plebiscito de 1988 (forzado por otros oficiales de alto rango) se ha devaluado tras las revelaciones posteriores de que tanto él y los miembros de su familia se enriquecieron privadamente a costa del pueblo chileno.
En Chile mismo, por supuesto, el asunto es inevitablemente un poco diferente. No hablo aquí de los partidos de la derecha (algunos, cuyos dirigentes están haciendo esfuerzos serios y admirables por desvincularse de los aspectos más oscuros del pasado), sino de ciudadanos ordinarios, muchos de ellos de estratos económicos modestos. Estos últimos son víctimas de una retórica inflamada, practicada por los partidos de la Unidad Popular durante mil intensos días de la historia de Chile, que anunciaba a diario que alrededor de la mitad del país no tenía futuro como clase social. Las políticas discretas e inteligentes de dos presidentes socialistas desde 1989 han hecho mucho para calmar los sentimientos antidemocráticos que estas personas albergaban (y que algunos todavía lo hacen). Corrientes pinochetistas permanecen en la opinión pública chilena, pero se vuelven menos relevantes con cada año que pasa.
Uno no puede poner fin a estas reflexiones, por desgracia, sin al menos hacer una breve referencia a la otra gran personalidad en el drama. Es lamentable, pero también es cierto que sin la elección del Presidente Salvador Allende nadie habría oído nunca sobre un desconocido general de escritorio que incursionó en teorías geopolíticas inofensivas. Fue Allende, quien probablemente nunca esperó en realidad ser elegido en primer lugar, que hizo posible la adhesión de los generales de su gabinete cuando se negó a llegar a un acuerdo con la oposición. Fue Allende quien fracasó al dominar su propia coalición y que carecía de la disciplina conceptual para trazar un camino creíble de desarrollo en Chile.
Nunca se apropió plenamente de su poder, permitiendo que seguidores con intenciones menos benévolas operen para ellos mismos, y tampoco alcanzó la meta que había prometido -un compromiso histórico entre democracia y marxismo-, desprestigiando el sistema político que le permitió su ascenso al poder. Inesperadamente, Pinochet y Allende se encuentran amarrados juntos de manera dialéctica, como protagonistas de la mayor tragedia de la historia chilena. Una tragedia de la cual el país, hoy, claramente se está distanciando".

Dinges: "Chile aprendió que la libertad de expresión es parte esencial de la democracia"


"Chile es uno de los gobiernos en América Latina que reconoce la plena libertad de expresión, con muy pocas excepciones, y eso es importante". Este aspecto demuestra la evolución que ha tenido nuestro país a 40 años del quiebre de la democracia, a juicio de John Dinges, periodista, escritor y actual profesor de Periodismo de la Universidad de Columbia, quien tiene su vida ligada a Chile. No solo por el hecho de haberse casado con una chilena, sino por cubrir el ascenso y la caída de Salvador Allende, y el posterior desarrollo del régimen militar hasta 1978.

Este estadounidense se convirtió en la voz al exterior de sus colegas chilenos al publicar en medios internacionales como The Washington Post y la revista Time durante los seis años que fue corresponsal en Santiago. Además de fundar la revista APSI y escribir sobre la muerte de Orlando Letelier, fue el autor del libro "Operación Cóndor: una década de terrorismo internacional en el cono sur".
Desde la perspectiva de este estadounidense, "el Chile de hoy sigue manteniendo una cierta división entre quienes justifican la dictadura militar y minimizan los crímenes porque consideran que eran necesarios para establecer el orden, y la gente (la inmensa mayoríam en mi opinión) que cree que la democracia es sumamente superior a la dictadura y que aún por algunos beneficios económicos, o por restablecer ese orden frío que existió durante la dictadura, no justificaba las miles de personas que fueron matadas y decenas de miles que fueron torturadas".
"Sé que Chile aprendió la lección de que la libertad de expresión es parte esencial de la democracia, pero, al mismo tiempo, Chile tiene una situación de prensa muy limitada y no ha podido establecer la diversidad de voces que existía en los medios en los años 60, por ejemplo", señala.
-¿Cree que se puede resolver?
-No estoy diciendo que no haya diversidad de opinión. Lo que falta es diversidad del periodismo mismo, más que de la organización periodística, que es un diario o un medio. Yo culpo a la Concertación por dejar esta situación, por no fomentar una apertura en la prensa chilena. No sé si es muy difícil resolver eso, porque requiere inversión del sector privado, ya que obviamente no son medios financiados por el Estado. Se puede resolver, pero no veo en el futuro cercano una solución que se vislumbre.
"La generación que más sufrió está muriendo"
Si bien John Dinges no vive en Chile desde 1978, pasa bastante tiempo en nuestro país. De acuerdo con lo que escucha, y guiándose por las encuestas, se atreve a pronosticar que la división entre los chilenos se irá resolviendo cada vez más con el tiempo.
"La generación con más división, que más sufrió y que más cometió los abusos está muriendo, entonces la reconciliación ocurre en las generaciones de las personas que nacieron después del 73", precisa.
Asimismo, sostiene que la generación de los 70 no va a cambiar su opinión, pero sus hijos sí lo harán: "Tendrán una visión de Chile que no depende de la división ideológica", recalca. Mientras que los nacidos en los 80, o bien en los 90, "saben de ese tiempo sólo por la memoria o por lo que han leído. Es importante que entiendan lo que pasó, pero no están emocionados. Entonces, creo que con el tiempo se ponen más suaves las divisiones".
-¿El golpe de Estado es una cicatriz que puede ser borrada y superada por los chilenos?
-Borrada, no. Siempre será importante en la historia de Chile, pero sí puede ser suavizada. El tipo de cosas que van a desaparecer es el dolor, que se minimiza con el tiempo y del que se acusan mutuamente los chilenos. Pero no hay que olvidar la historia: Los chilenos se mataron entre ellos, y es una cosa que tienen que tener en su conciencia.
-¿Cuál es la principal critica que les hace al régimen de Pinochet y al gobierno de Allende?
-La de Pinochet fue matar a 3 mil personas y torturar 25 mil, violar los derechos humanos y matar chilenos. En el caso de Allende, fue incapaz de resolver la división política que se presentó durante su gobierno y entre sus propios partidarios. Entonces hubo una calle sin salida, que llevó al país a una ruptura que fue terrible. Fue un gobierno políticamente fracasado, incapaz de solucionar el problema que se presentaba en el momento.
A juicio de Dinges, el deber de cada gobierno democrático es resolver el problema político para que el país pueda seguir adelante. "Sin resolverlo, simplemente insistiendo en un camino, Allende agudizó la polarización y eso obviamente no funcionó, hubo un desastre", puntualiza.
Advierte que "Allende tiene culpabilidad por lo que siguió. No es igualmente culpable, porque su error no fue el de Pinochet de matar a chilenos, pero políticamente como Presidente no solucionó el problema del país que él debió haber solucionado".
Y enfatiza: "Yo sigo condenando el golpe, pero ahora entiendo mucho más cuál era el problema. Porque en el momento en que ocurrió, yo, como muchos, lo consideraba una violación de la democracia chilena".
- ¿Cómo evaluaría actualmente el sistema democrático chileno, la alternancia en el poder?
-Hay gran consenso en Chile sobre la necesidad de que haya una democracia que permita la convivencia entre dos sectores políticos. Hay voluntad de solucionar, de resolver, de negociar, para evitar la agudización de los conflictos, y eso es muy positivo.
Hay mucho más respeto entre las personas de los distintos sectores. No condenan al otro como el diablo. En ese sentido, Chile es mejor que Estados Unidos, porque en mi país estamos viviendo una agudización de la "retórica" especialmente de parte de los republicanos contra el gobierno actual. Yo no veo eso en Chile. En Chile te hablan con respeto sobre el opositor.
- ¿Escribiría de nuevo sobre Chile?
-Le he prometido a mi señora que no voy a escribir más sobre Chile, porque piensa que estoy obsesionado con Chile y ella es chilena. Entonces, no pienso hacerlo. Pero siempre se me ocurren ideas para escribir otros libros sobre este país.

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